Como vimos en la entrega anterior, es preciso respetar a los eruditos de la Tora, talmide jajami, en especial al maestro que le enseñó todo o la mayor parte de lo que sabe, en cuyo caso le debe un respeto aún mayor que al propio padre.
Todo erudito en Torá que no posee temor a D-os y cuyo conocimiento es solamente una postura externa, no es merecedor del respeto al que hace referencia la Torá que es preciso dispensar a un erudito. Incluso aquellos que enseñan Torá en público pero no son erudito, aún cuan se les debe un trato respetuoso no reciben el mismo respeto que recibe un talmid jajam.
Si una persona que se desempeña como consultor de parejas o enseña en público y si presenta como talmid jajam cuando en realidad no lo es. O alguien que utiliza sus contactos políticos o su poder económico para presentarse como juez o rabino, o para ser designado como tal, no merecen el respeto debido a los eruditos reales de la Torá. Y sobre este tipo de personas, afirma el Talmud (Sanedrín 7) está dicho en la Torá: Y no harán de Mi dioses de plata y dioses de oro, refiriéndose a aquellos que reciben sus puestos debido a su poder económico o a su influencia política.
Y ante este tipo de personas no sólo está prohibido pararse sino que es preciso evitar honrarlos. El Talmud Yerushalmi (Bicurim 3,3) afirma que Rabí Mana desacreditaba a aquellos que fueron designados por su influencia. Y Rabí Yoshiaya llegó a decir que el talit que utilizan estos individuos es considerado como la montura de un asno. Y todo esto lo cita Maran (Bet Yosef Joshen Mishpat cap. 8).
Obviamente no se deben sacar conclusiones apresuradas y denigrar a cualquier persona. Sino es preciso tener en cuenta la opinión de las grandes autoridades rabínicas de la generación que consideran a una persona como usurpador del título de talmid jajam cuando en realidad no lo merece.
En la actualidad ocurrió en Israel que una persona fue considerado talmid jajam debido a su oratoria pública cuando en realidad no lo era y llevó a muchas personas al pecado, especialmente gente inocente que no sabe distinguir entre un erudito real y uno que no lo es.
Se debe tomar en cuenta para estos efectos la opinión de los rabinos reconocidos y especialmente de las grandes autoridades de la generación. Asimismo es preciso tener en cuenta las virtudes en el comportamiento, el interés por los demás y no sólo por la propia honra y si antecede el temor a D-os a sus conocimientos en Torá. Solo entonces se debe atender su enseñanza, como afirma el talmud (Moed Katan 17), si el maestro se asemeja a un ángel divino, sólo entonces pedirás torá de su boca.
Y cuando nuestro maestro Rabí Ovadia Yosef z”l era joven se molestaba por el hecho de que la gente ignorante designaba a cualquier orador con el título de rabino o sabio, jajam. Estos títulos mal designados pueden generar confusiones y situaciones erróneas.