Pregunta: Las personas que tienen un buen pasar en este mundo ¿por qué deberían esperar la llegada del Mashiaj y la redención final del pueblo de Israel si no carecen de nada?
Respuesta: El motivo por el cual sufrimos esta diáspora no son la incomodidad y los sufrimientos personales que nos acarrea, aún cuando sólo por estos motivos deberíamos esperar anhelantes la salvación divina, de todas formas no ésta la razón por la cual realmente debemos aguardar la redención final. Pues el castigo mayor que supone este exilio es que la divinidad nos ha abandonado. La “divinidad” –Shejiná- en este caso se refiere a la cercanía del Eterno con Su pueblo. El lugar en el que se posa la divinidad es el lugar en el que se hace evidente la presencia del Eterno allí. Por ejemplo el sagrado Templo de Jerusalén, el bet hamikdash, en el que la presencia de D-os se hacía tangible por medio de los milagros que diariamente allí ocurrían, así como por las plegarias que en él eran aceptadas, o sea que la divinidad se posaba allí en forma especial. Asimismo la divinidad acompañaba al pueblo de Israel cuando estos habitaban su tierra, pero hoy, después de haber pecado fuimos expulsados de la tierra santa y se destruyó el sagrado templo por lo que también la santidad se apartó de nosotros.
Y cada día, desde la destrucción del Templo, nuestra situación empeora al respecto, pues si hasta no hace muchos años todavía contábamos con sabios de reconocida talla espiritual que realizaban milagros abiertamente, para nuestro pesar ya han desaparecido. Hasta hace unos setenta años atrás, vivían entre nosotros sabios cuya enseñanza constituía la luz rectora del pueblo, hoy impera la oscuridad espiritual y los designios del Eterno no son evidentes en este mundo, por ello es que realmente debemos lamentarnos y sollozar.
Por este mismo motivo, por habernos abandonado la divinidad, los otros pueblos ya no creen que llegará el momento en que el pueblo de Israel se convertirá en la nación más importante del mundo. Incluso las religiones que aceptan el Tana”j como escritos sagrados aducen que el Todopoderoso abandonó definitivamente a Su pueblo, pues se han apartado de Sus enseñanzas y Sus caminos.
A ello se refiere el profeta cuando dice en nombre del Eterno: Nahamú Nahamú amí -consolaos, consolaos pueblo mío-, y aquí es apropiado preguntar por qué se reitera el término “nahamú”, con una sola vez hubiese sido suficiente (éste mismo interrogante hace nuestro maestro R. Ovadia Yosef, z”l, en una de sus conferencias).
El famoso relator de Dubna, Rabí Ya´acob, explica esto por medio de una metáfora. Dos individuos dejaron a sus esposas y se dirigieron a otro lugar sumamente alejado, uno de ellos emprendió su viaje pues se hallaba en una situación económica sumamente difícil, por lo que intentó probar suerte en otra ciudad. El otro, dejó a su mujer pues se había enemistado con ella y por eso la abandonó. Ya había trascurrido un largo tiempo y las mujeres no recibían ninguna noticia de sus esposos, por lo que comenzaron a investigar con los comerciantes que llegaban de las afueras. Finalmente, uno de estos grandes comerciantes trajo noticias de ambos hombres y les dijo a las mujeres que incluso tenía cartas de ellos, pero les pidió uno o dos días hasta organizar sus efectos personales para encontrar las cartas y poder entregárselas. La esposa del hombre rico, volvió a su hogar ya satisfecha, sin embargo la esposa del pobre no se conformó y continuó insistiendo con el comerciante para que buscara la carta de su esposo y se la entregara de inmediato.
Cuando el hombre le preguntó por qué se impacientaba más que la otra mujer, le respondió que a aquella no le faltaba nada, sólo temía que su esposo la hubiese abandonado definitivamente junto a sus hijos, sin embargo al oír que le había enviado una carta e incluso la saludaba, dejó de preocuparse pues comprendió que ya regresaría. Pero yo, que no tengo nada en mi casa para alimentar a mis hijos, para vestirlos, estoy ansiosa por saber si mi esposo ha hallado un trabajo.
A esto se refiere el versículo cuando nos dice: Yo, Yo soy quien los ha de consolar,simplemente con el hecho de que D-os nos brinda consuelo, tenemos la certeza que en algún momento regresará y posará su divinidad sobre nosotros. Por ello recalca el versículo la palabra Yo…para señalar el hecho que si D-os es quien nos consuela es porque ya habrá nuevamente de acompañarnos.
Elevemos nuestras plegarias por contarnos entre quienes realmente aguardan la redención del Eterno y todos ameritemos presenciar la reconstrucción de Jerusalén, pronto en nuestros días, Amén.