Hemos visto sobre el precepto de respetar a los padres, y como en general quienes lo cumplen ameritan que también sus hijos los respeten en su vejez
Contó Rabí Shalom Shiwacrón z”l un episodio que ocurrió hace aproximadamente cien años en Polonia. Un hombre adinerado, temeroso de D-os, estaba casado con una mujer que se hallaba sumamente influenciada por las ideas iluministas de aquella época. Esta pareja, tuvo un hijo que se convirtió en hijo único.
Cuando el niño alcanzó los cinco años, la mujer le dijo a su esposo, nuestro hijo ya debe de concurrir a una escuela y seguramente querrás mandarlo a una Yeshivá. Sin embargo deberíamos pensar que será de nuestro hijo, pues al terminar su formación en la Yeshivá, se casará y se convertirá en un avrej sin posibilidades de ingresos que puedan ayudarnos a subsistir en nuestra vejez. El hombre, le respondió que disponían de suficiente dinero para vivir años sin necesitar de sus hijos. La mujer no cedió y continuó insistiendo hasta convencer a su esposo de que enviaran a su hijo único a estudiar a una escuela municipal para que tenga una formación secular. Y así lo hicieron a pesar de las insistencias del rabino de la ciudad que se opuso firmemente a tal decisión.
Cuando el niño alcanzó los diez años de edad ocurrió un tremendo accidente en la aldea. Un incendió consumió gran parte de las casas, que en general estaban construidas de madera y dejó numerosas familias en la ruina absoluta. También la casa de este hombre rico cuya vida nos ocupa se quemó, sin embargo el hombre disponía de bienes tanto en su ciudad como fuera de ella y por lo tanto su estabilidad económica prácticamente no se vio afectada.
Un día de primavera, se reunieron los principales dirigentes de la ciudad en casa del rabino y establecieron que recurrirían a un préstamo por parte del gobierno polaco para la reconstrucción de la ciudad, un préstamo hipotecario a treinta años que permitiría reconstruir las viviendas devastadas por el fuego. De hecho el gobierno ya había aceptado otorgarlo siempre y cuando se presentaran las garantías necesarias.
Entonces, se dirigió el rabino a nuestro hombre y le dijo: Firma el aval que exige el gobierno y yo te garantizo que la ciudad abonará el total de la deuda al finalizar los treinta años. El hombre respondió que eso era prácticamente imposible pues el monto de la deuda alcanzaba el total de sus bienes y si la ciudad no abonaba el servicio él se vería en la ruina total. El rabino le dijo, debes saber que se trata de una situación de vida o muerte, en tus manos está el salvar vidas de esta ciudad, si no lo haces perderás tanto este mundo como el venidero.
El corazón del hombre rico comenzó a latir con mas fuerza y le pidió al rabino un lapso para meditar la situación. Al regresar a su casa comentó el pedido del rabino con su esposa y esta lo reprendió duramente por poner en peligro todos sus bienes, de ninguna manera podía aceptar firmar el aval.
Regresó a la casa del rabino y la transmitió lo que su esposa pensaba. El rabino no cedió, le exigió aún así firmar el documento de garantía y salvar la vida de los habitantes de la ciudad.
El hombre finalmente firmó el documento a escondidas de su esposa.
Después de presentar los formularios y la documentación pertinente acompañada por el aval firmado por este hombre, el rabino le dijo. Así como ayer te advertí que de no firmar perderías tu mundo venidero, te hago saber que el Todopoderoso te recompensará por esta gran acción de ayuda al prójimo tanto en este mundo como en el venidero.
El hombre regresó a su casa y tras dos semanas el gobierno transfirió el dinero y comenzaron las obras de reconstrucción de las viviendas devastadas.
Transcurridos cinco años, el joven hijo de este hombre rico ya contaba con veinte años y la madre le dijo al padre que ya era momento de que el hijo se involucrara en los negocios del padre. Llamaron al joven y le hicieron saber que comenzaría a trabajar y hacerse cargo de los negocios familiares. El joven agradeció a sus padres el ofrecimiento pero decidió no aceptar. Los padres insistieron, argumentando que los negocios finalmente le pertenecerían. El joven aceptó pero poniendo ciertas condiciones. En principio ingresaría como un empleado más.
El joven comenzó a involucrarse en los negocios paternos y conocerlos, hasta que entendió el grado de dependencia de sus padres con él.
Entonces, se reunió con su padre y le pidió que firmara un poder amplio con potestad para disponer de los bienes como único firmante. Ante la pregunta del padre de para qué necesitaba tal poder, le respondió que si eventualmente el padre se hallaba fuera del país y necesitaban su firma para un negocio importante el hijo debía estar preparado. El padre finalmente accdió al pedido de su hijo.
Transcurrieron un par de meses y un día el hombre se presente a su oficina y el hijo le dice, ya no hace falta que te presentes así, en realidad molestas más de lo que ayudas. Y así en seis meses el hijo comenzó a limitar mas y mas a los padres. Llegó un momento en que les propuso dejar el chalet en que vivían, ya que era demasiado grande para ello y él lo necesitaba pues constantemente recibía clientes como anfitrión y necesitaba una casa mas grande, por lo que él tomaría el chalet y los padres deberían mudarse a un apartamento pequeño.
Los padres comenzaron a comprender lo que estaba ocurriendo, ya entrados en años y débiles no podían oponerse al ambicioso joven.
Llegó un momento en que el joven le propuso a los padres mudarse a un asilo de ancianos. El padre, sumamente dolido le dijo que le importaba si continuaba con su vida en la casa, al joven y su familia no los importunaba. El joven le respondió, yo tengo que visitarlos cada semana y traerles una suma de dinero la cual ya se me hace muy abultada, si uds. Permanecen en un orfanato todo se soluciona con una mensualidad!
Pero por qué nos haces esto!? Todo lo que tienes nosotros te lo hemos dado! Sin embargo las palabras de los padres cayeron en oídos sordos y el joven amenazó, de no aceptar ingresar en el ancianato, arrojarlos a la calle (esto ocurrió justamente cuando se cumplían los treinta años de la garantía que el hombre había firmado por el préstamo hipotecario)
Sin mas remedio, se dirigió a la casa del anciano rabino y le contó todo lo que estaba sucediendo. El rabino le dijo: Recuerdas cuando firmaste aquel documento que te garanticé que el Todopoderoso te ayudaría tanto en este mundo como en el venidero, pues ahora oye lo que voy a decirte y resolverás tus problemas.
Durante treinta años, le relató el rabino, reuní dinero para abonar el préstamo que recibimos del gobierno polaco. Ahora que ha llegado el momento, no hemos de pagar el monto del préstamo. El gobierno se ha de cobrar de tus bienes y el dinero éste te pertenece. Pero debes pir lo que te digo, ve con tu hijo y dile que aceptas la idea del asilo de ancianos pero que te de tres meses hasta resolver tus cuestiones personales.
El padre fue con el hijo y le trasmitió lo que el rabino le dijo que dijera. El hijo aceptó a condición que le firmara un documento cediendo la vivienda finalizados los tres meses. El padre efectivamente firmó el documento.
Después de dos meses, mientras el hijo se hallaba en su oficina y ya expirado el plazo para el pago del crédito, el gobierno envió una intimación a la oficina del joven. Este no podía lo que sus ojos estaban leyendo. Inmediatamente fue a ver a su padre con el telegrama en la mano y éste, haciendo como que se recordaba de algo le dijo que hacía unos treinta años, tras el famoso incendio había firmado un aval contra el préstamo del gobierno.
Por favor, le dijo el joven ve con el rabino para que abonen la deuda. El padre, simuló ir a lo del rabino para presentar el problema y al regresar le dijo al hijo que el rabino no estaba interesado en este momento de ocuparse del problema.
Tras un mes, los tasadores gubernamentales comenzaron a llegar para tasar los bienes y ponerlos en venta.
El hijo comenzó a visitar a sus padres en su pequeña y recatada vivienda, a consultar con su sabio e inteligente padre si existía alguna forma de resolver la situación. Para entonces, el hijo comenzó a valorar la sabiduría y el cariño del padre. El padre, le sugirió al hijo que visitara al rabino de la ciudad, quizás lograra obtener algunos préstamos, grandes o pequeños y así lo ayudaría a reestablecerse e incluso ayudar a su padre anciano.
El joven visitó al rabino, estaba totalmente desolado cuando expuso ante el rabino su situación. El estudioso le comentó alegremente, puedo ayudarte con unos préstamos que te permitirán recomponerte, pero dime, te has colocado hoy los tefilín? Viste bajo tus ropas un tzitzit? Y así continuó hablándole, hasta que el joven en un momento dado se concientizó y le dijo. Realmente fui un necio, no necesito una herencia para mi vida, quiero compartirla con mis padres y hacerlos felices. Entonces el rabino le dijo, no te preocupes, tus padres te prepararon una herencia, puedes continuar con tu vida normalmente y mantener a tus padres en forma honorable. Ante la sorpresa del joven, el rabino lo llevó a la caja fuerte y le mostró monto preparado para el pago de la deuda que la ciudad había reunido durante los treinta años.
Se trata de un episodio de la vida real que nos muestra como un hombre que brindó su ayuda al prójimo fue recompensado en este mundo y pudo disfrutar de un hijo cariñoso que se acercó más y más a sus padres. Sin embargo, de haberlo educado bajo los lineamientos de la Torá no hubiese tenido que sufrir los malos momentos que sufrió.