Hoy, recordamos la fecha exacta de la desaparición física de nuestro maestro Rabí Ovadia Yosef, z”l. En realidad recordamos los doce meses de su fallecimiento el 3 de Tishri pasado, hace un mes, pues nuestro maestro falleció en año bisiesto, por lo que los doce meses se cumplieron un mes antes de la fecha hebrea de su desaparición. Y aún cuando existe divergencia sobre cuál es la fecha principal en este caso, y los sefaradim tomamos como referencia los doce meses, con respecto a nuestro maestro, que continúa elevándose en las esferas celestiales, como enseñan los maestros de la Kabbalá, es sumamente apropiado en la fecha misma de su desaparición física recordar su figura y su enseñanza.
Nuestro maestro, fue una suerte de enviado celestial para elevar la condición espiritual y el estudio de la Torá en el seno de nuestro pueblo. Ya desde su mas temprana edad se destacó por la responsabilidad con que se refería a las cuestiones comunitarias bajo un manto de santidad. Cuando contaba sólo con dieciséis años, en una de sus disertaciones decía: “Por lo tanto, señores, pende sobre cada uno de nosotros, grandes y pequeños, la sagrada obligación de consagrar a la comunidad. Y si vemos jóvenes que pueden acercarse a nuestros sagrados círculos, es preciso atraerlos cada quien según sus posibilidades, sin buscar ningún tipo de beneficio”. Son las palabras de un hombre santo que ya desde su más temprana edad sintió la obligación de dedicar esfuerzos al crecimiento espiritual de su pueblo (En nuestra biografía autorizada “Abir Haroim” que acaba de editarse, citamos varios ejemplos de este tipo de actitudes de nuestro maestro z”l).
Algo similar relata el gran erudito Rabí Natan Salem z”l, maestro de Rabí Ovadia Yosef z”l cuando este contaba con seis años en la escuela “Bene Tzión”. Entonces, el hambre reinaba en Jerusalén y no todo el mundo contaba con un texto del Birkat Hamazón –bendición final sobre el pan- y nuestro maestro reunía trozos de papel sobre los que redactaba el Birkat Hamazón con una caligrafía perfecta y hermosa, y la distribuía entre los demás pequeños para que estos puedan cumplir con el precepto del pronunciar Birkat Hamazon, considerado como un precepto de la Torá.
Veamos cómo nuestro maestro se entregó por su pueblo, incluso en momentos en los que su propia vida pendía de un hilo y aún así sus pensamientos se dirigían hacia su pueblo.
Cada año, nuestro maestro solía, durante los días de Selijot, en el mes de Elul, visitar las distintas ciudades de Israel para dirigir su conmovedor y aleccionador mensaje que movilizaba miles de personas. Con el fin de facilitarle su tarea, contrataron para este fin un helicóptero para hacer más rápido y fácil su traslado.
El año 5768, viajaba Rabí Ovadia Yoser z”l en el helicóptero hacia las ciudades del norte Acco y Naharía, viaje este que se demoró cerca de una hora. Cuando la nave llegó al helipuerto de Naharía, lo esperaban varias de decenas de importantes personajes del norte de Israel que se reunieron para darle la bienvenida, entre los que se contaban los familiares de uno de los rabinos locales.
Tras bendecir a cada uno de los presentes con la parsimonia y la gracia que lo caracterizaban, se dirigió a su fiel secretario Rabí Tzvi Jakak Shlit”a, a quien le pidió que solicitara una ambulancia pues no se sentía bien. Rabí Tzvi se alarmó enormemente y de inmediato solicitó la ambulancia que condujo a nuestro maestro al hospital de la ciudad de Naharía. Tras las revisiones del caso, se diagnosticó que una de las arterias coronarias se hallaba obstruida y debían practicar con urgencia una angioplastia. Tras la intervención, cuando ya nuestro maestro se sentía mejor, Rabi Tzvi Jakak le preguntó desde qué momento comenzó a sentirse mal. Le respondió Rabí Ovadia Yosef z”l que unos minutos después de haber comenzado el vuelo comenzó a sentirse mal. Le preguntó Rabí Tzvi por qué no se lo comentó en ese momento y se hubiesen dirigido directamente al hospital más cercano, le respondió nuestro maestro z”l que él no podía defraudar a las miles de personas que fueron a escuchar sus palabras de Torá y esperaron horas para ello, por eso a pesar del dolor quise complacerlos y alegrarlos.
Este era el gigante espiritual Rabí Ovadia Yosef z”l desde su más tierna edad hasta su ancianidad, entregado totalmente a su pueblo, y al que lamentablemente debido a nuestros pecado hemos perdido.
Es imposible abarcar la vida de nuestro maestro incluso en libros enteros, más aún en el contexto de esta nota, él fue, como dijimos, un enviado celestial dedicado al engrandecimiento espiritual del pueblo de Israel y a iluminarlo con la luz de la Tora.
El fruto de su trabajo hoy lo disfrutamos, la cantidad de organizaciones e institutos de estudio y pureza que él fundó y propició, sus escritos y sus libros que iluminan nuestra vida con su magnífica enseñanza.
Podemos rendir homenaje e inmortalizar la memoria de Rabí Ovadia Yosef, z”l incrementando el estudio de Torá, siendo escrupulosos en la observancia de los preceptos, apoyando a los estudiosos de la Tora, así su recuerdo no se apartará de nuestra memoria y su mérito nos acompañará. Como ya hemos citado lo que escribiera Rabí Yosef Hayim z”l, el Ben Ish Hay, que aún cuando desaparece físicamente un grande de la generación su influencia y su espíritu la continúan acompañando mientras algún individuo de dicha generación está vivo. Y ya afirmaron nuestros sabios en el Talmud (Sanedrín 92) que cada sabio que condujo su rebaño con mesura e inteligencia en este mundo, ameritará hacerlo en el mundo venidero.
Y así citan las obras sagradas, la primera santidad no se anula, o sea que aquel hombre santo que condujo y enseñó a su pueblo con pureza y santidad, es energía no desaparece incluso tras su fallecimiento. Por ello posee un mérito especial la oración que se eleva junto a la tumba de un hombre recto, conductor de su generación. El mérito de nuestro gran maestro nos acompañe y nos permita presenciar la redención final del pueblo de Israel.
Nuevamente nos dirigimos a nuestros queridos lectores para tratar de acercar nuevos suscriptores a la halachayomit y así incrementar el mérito y la Torá de nuestro pueblo y difundir la sagrada enseñanza de nuestro maestro y hacer que su memoria y su espíritu se eleven continuamente. Amén.