Halajá para martes 6 Iyar 5771 10 mayo 2011

ÉSTA HALAJÁ SE EDITA PARA LA ELEVACIÓN DEL ALMA DE

HAJAM YOM TOV YEDID HALEVY BEN ZAKIE Z"L

NEW YORK

QUIEN NO INCREMENTA ESTUDIO, CONDENA SU ALMA

Escribe el Talmud (Abot cap. 1,13) Quien no incrementa en estudio de Torá y servicio a D-os, condena su propia existencia. Es preciso comprender éste pasaje del Talmud, ya que la misma Torá no establece un castigo tan duro para quienes no estudian o no progresan en su servicio divino.
 
Explica esto nuestro maestro Rabí Ovadia Yosef, Shlit”a, en función de lo que afirma el versículo: Para el entendido, el camino de la vida es hacia arriba, para apartarse del profundo infierno, pues algunos individuos piensan que no es necesario buscar horizontes que los trascienden, aspirar un crecimiento espiritual, ya que entienden que pueden permanecer en su situación actual y simplemente sostenerse para no decaer. Sin embargo las cosas no son así, pues si no se incrementa permanentemente el estudio y el crecimiento espiritual, imperiosamente se perderá el nivel actual. A esto se refiere el versículo arriba citado cuando afirma que el camino del entendido es hacia arriba, con nuevas expectativas y crecimiento permanente para no caer en el abismo del infierno. Y también en este sentido es que se expresa el Talmud con que abrimos esta entrega diciendo que quien no incrementa su estudio condena su alma.
 
Agrega Rabbenu Ovadia Yosef, Shlit”a, en nombre de su maestro Rabí Ezra Atie z”l una anécdota ocurrida en la ciudad de Alepo. Se trataba de un hombre piadoso, temeroso del Eterno llamado Rabí Aharon, quien cada día destinaba gran parte de su tiempo al estudio de Torá; cada mañana, al terminar su Tefilá estudiaba detenidamente el Hok Leisrael -extracto de párrafos del Talmud y la literatura rabínica dividido entre los días de la semana- y posteriormente estudiaba Shuljan Aruj tras lo cual, ya entrada la mañana se dirigía a su casa para desayunar y recoger las llaves de su oficina que se hallaba en el centro de la ciudad; allí desarrollaba su actividad como experto en diamantes y gemas preciosas, habiéndose granjeado una fama de hombre honesto y correcto en todos sus negocios. Su esposa, permanentemente le recriminaba que si comenzaba a trabajar tan tarde por la mañana nunca podría ganar el sustento necesario para progresar. Sin embargo, él respondía que el Eterno, Señor del mundo que le provee a cada persona sus necesidades, lo ayudaría en sus actividades dado que él dedicaba gran tiempo al estudio de la sagrada Torá.
 
Un día, al llegar a su local encontró un árabe oriundo de la ciudad de Hebrón sentado en la puerta del mismo, al interrogarlo para saber que deseaba aquel le respondió que abriera su local y dentro del mismo le hablaría. Ya dentro del local, el hombre comenzó a desenrollar su turbante, de dentro de cuyos pliegues sacó un diamante imponente. Cuánto puede valer ésta piedra? preguntó. Rabí Aharon tomo la gema y la analizó con su lupa especial y le confirmó que se trataba de una piedra de altísimo valor, por lo menos 100. 000 dólares, lo cual en aquel momento representaba una suma astronómica. Le pidió el hombre que la tace definitivamente y le busque un comprador interesado, él estaba hospedado en un hotel en la ciudad y esperaría su respuesta a la brevedad posible.
 
Al día siguiente, después de terminar su rutina de estudios y desayunar en su casa, en su camino hacia la oficina pasó Rabí Aharon por el hotel en el que se hallaba hospedado el árabe de Hebrón que lo visitó en día anterior, y vio allí reunida una gran cantidad de personas en la puerta del hotel. Cuando preguntó qué sucedía, le respondieron que un árabe de Palestina se había hospedado por más de una semana en el hotel y no pagó su cuenta y ayer, en forma repentina falleció de un ataque cardíaco y el dueño del hotel realizó la denuncia a la policía, la cual subastaría los efectos personales del hombre para liquidar la cuenta en el hotel.
 
Se presentó Rabí Aharon a la subasta para ver si podía recuperar el valioso “turbante”. Cuando el oficial de policía comenzó la subasta, vendió las ropas del árabe y al llegar al turbante Rabí Aharon ofreció una suma modesta por el mismo, otro hombre elevó el monto pero Rabí Aharon volvió a ofrecer y retuvo el turbante para sí. Al llegar a la oficina desenvolvió el mismo y halló allí la gema preciosa que se hallaba escondida. Vendió la misma y obtuvo una suma sideral lo cual se convirtió en recompensa por su entera dedicación al estudio de la Torá.

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