Enseña el Pirke Abot -La Etica de los Padres- en su cap. 4: Quien honra a la Torá su cuerpo es honrado por las criaturas. Esto significa que aquellas personas que reconocen el valor dela Torá y la honran así como los sabios de la misma, los demás honraran a su persona. Y así lo interpreta Rabbenu Yona z”l, quien explica que es un hecho obvio que es sumamente difícil distinguir quien es realmente un hombre justo -tzadik-, sin embargo si escuchamos a alguien que permanentemente elogia a los sabios y los enaltece, es realmente un hombre justo. Y asimismo lo contrario, si alguien critica a los sabios y los denigra, podemos tener la certeza de que no se trata de un hombre justo.
Nuestro maestro Rabí Ovadia Yosef z”l solía relatar (Anaf Etz Abot folio 58) un episodio ocurrido con el gran erudito Rabí Tzemaj Tzarfati z”l, una de las grandes autoridades rabínica de Túnez hace aprox. 300 años. Una noche, de crudo invierno de una obscuridad cerrada y una lluvia torrencial, el rabino estudiaba Torá a la luz de una vela en su casa cuando de repente la misma se apagó y el lugar quedó sumido en la obscuridad. El Rabino buscó en todos los rincones de la casa, quizás encontraba cómo encender nuevamente la vela, pero sin éxito.
Al lado de su casa había una panadería cuyo dueño, un árabe dormía en el lugar. El Rab se abrigó y se dirigió al local y en medio del frío tocó la puerta y al abrirse le explicó al hombre que necesitaba continuar estudiando y no tenía como encender la vela. Aquel le encendió la vela y el Rabino comenzó a regresar a su casa tratando de proteger la vela con los extremos de su túnica para evitar que el viento la apague. Sin embargo el viento pudo más y la vela se apagó, entonces el rabino regresó al lugar y tras disculparse por las molestias le pidió al hombre si podía nuevamente encender la vela, a lo cual el árabe accedió. Pero también esta vez se apagó la vela en el camino. Retornó el rabino a lo del árabe pero esta vez el hombre no fue en absoluto amable. Le espetó al rabino que su insistencia le alteraba el sueño, cada vez que venía a tocar la puerta debía levantar una pesada viga que aseguraba la misma, tras bajar de la planta alta, y todo eso le causaba un trastorno ya que al día siguiente debía levantarse a la madrugada para preparar las masas de la panadería. Rabí Tzemaj se disculpó con el hombre y lo bendijo que el Todopoderoso le prodigue tanto oro como peso tenía la viga que aseguraba la puerta. Al oír esto, el árabe se alegró y emocionó ya que conocía de la santidad del rabino y estaba seguro de que sus palabras se cumplirían. Por ello, esta vez decidió él mismo acompañar al rabino a su casa para asegurarse de que la vela no se apagase. Así el rabino, continuó con su estudio alegre de no tener que haber alterado sus estudios.
Cierto día, este panadero se encontró con un forastero al que no conocía, le preguntó aquel hombre si él trabajaba en la ciudad y este le respondió que sí, era panadero. Cuanto ganas por día? Preguntó aquel extraño, dos francos, respondió el panadero. Volvió a preguntarle el hombre: Deseas trabajar conmigo por dos meses y yo te recompensaré 10 francos diarios. Por supuesto, respondió el panadero! Así, se dirigieron ambos al lugar de trabajo pero en medio del camino el hombre sacó un pañuelo de su bolsillo y le dijo que debía cubrirle los ojos ya que el lugar al que se dirigían era sumamente secreto y nadie debía conocer su ubicación. Al llegar a destino, el hombre le quitó el pañuelo y el árabe se encontró con una mansión y el hombre lo guió hasta el sótano dela misma donde le mostró bolsas con grandes cantidades de piedras preciosas