Ayer, recordamos el episodio que aparece en el Talmud (Shabbat 156) en el que la hija de Rabí Akiva se salvó de ser eliminada por una serpiente debido a la caridad que practicó
Ocurrió con un hombre piadoso, alumno del santo rabino Arie Leib DeShipoli z”l, que no podía tener hijos, permaneció casado por diez años y no podían engendrar hijos lo que les causaba una gran tristeza.
Y en cada ocasión en que visitaba a su santo maestro le rogaba para que pidiese ante el Eterno que le concediera un vástago, sin embargo el rabino evadía responderle y le recordaba el Talmud (Berajot 64) que afirma que aquel que apresura los acontecimientos estos lo oprimen. La mujer de este hombre le reclamaba por qué la abandonaba durante las festividades para viajar a lo de su maestro si este no le aseguraba que tendría un hijo. Sin embargo la mujer continuaba lamentándose con el marido sobre su situación y este decidió que en su próximo viaje de visita a su maestro le insistiría para que le asegure que tendría descendencia (Sabemos de numerosos casos de personas que se acercaban a nuestro maestro Rabí Ovadia Yosef z”l para pedirle que les asegurara determinada cosa pero él se negaba a asegurar y evadía respuestas definitivas, pero en aquellos casos en los que aseguró algo, esto indefectiblemente se materializó).
Al llegar a lo de su rabino, como lo había decidido comenzó a insistir para que le asegurar que tendía un hijo. El rabino, que se hallaba sumido en sus meditaciones, como solía hacerlo, evadió una respuesta definitiva y adujo que se hallaba ocupado en cuestiones comunitarias y no podía desviar su atención hacia las necesidades de un individuo. Ante la insistencia de este hombre, el santo rabino de Shipoli, enojado, le respondió que, debido a su insistencia le juraba que no tendría hijos, pues trataba de apresurar los acontecimientos, como citamos más arriba.
El hombre regresó apesadumbrado a su casa y le relató a su esposa lo ocurrido, y ambos gimieron desconsolados pues la afirmación de un hombre santo como el Rabí de Shipoli seguramente dejaría su impresión en los cielos y ellos ya no podrían abrazar el tan anhelado vástago que esperaban.
Después de un tiempo, nuestro hombre viajó por cuestiones comerciales a la ciudad de Koritz junto con su esposa y allí lo alcanzó la bendición y se convirtió en un hombre sumamente acaudalado. En dicha ciudad, vivía el piadoso rabino Pinjas de Koritz, alumno del Baal Shem Tob y un gran estudioso de la Torá que se dedicaba con todo su empeño al estudio de la misma día y noche, aún cuando vivía en la pobreza más abyecta. Así, llegó el mes de Nisán y se acercaba la festividad de Pesaj y el rabino de Koritz carecía de las cosas más esenciales para festejar la festividad.
Cuando el hombre se enteró de la difícil situación por la que atravesaba el rabino, visitó su casa y habló con la esposa del mismo y cuando esta le confirmó que no tenían posibilidad de comprar ni matza ni vino para la festividad, este le aseguró que él se encargaría de todas sus necesidades, a condición de que no le dijese al rabino quién le facilitó el dinero y lo invitaran a pasar la festividad con ellos.
Ya llegando a la víspera de Pesaj, el rabino vio con mucha tristeza y preocupación que no había con que honrar el día festivo en su casa, y aún así se dirigió a la casa de estudio pues todo su anhelo se hallaba concentrado en el estudio de la sagrada Torá. Y se admiraba de que su piadosa esposa le permitiese continuar estudiando a pesar de todas sus carencias.
Así, la víspera de Pesaj este hombre llegó a la casa del santo rabino trayendo con él la matzá y el vino necesario para la familia del rabino así como para él y su esposa. También le entregó a la esposa del rabino ropas nuevas para toda la familia y candelabros para iluminar la casa, así como sábanas y manteles nuevos. Al llegar Rabí Pinjas de la sinagoga no cabía en si mismo del asombro y le preguntó a su esposa cómo había obtenido todo eso. Y ella le relató que el hombre que los visitaba les había facilitado todo lo que veía.
Inmediatamente al llegar el huésped Rabí Pinjas se sentó a la mesa y la santificaron, recitaron la “agadá” de Pesaj y comieron y bebieron en honor de la festividad mientras el huésped permanecía en silencio y oía el relato de la salida de Egipto que hacía el santo Rabí con alegría y devoción. Tras probar las hierbas amargas y comer la abundante y sabrosa cena que la esposa del Rabí había preparado, se dirigió a su huésped y le dijo, nos has alegrado la festividad y has hecho por nosotros todo esto, por favor dime que puedo hacer yo por ti! Entonces el hombre le relató con lágrimas en los ojos que no tenía hijos y que debido a su insistencia el santo Rabino de Shipoli, enojado, le espetó que no tendría hijos, por lo que le pedía que eleve su plegaria a los cielos para tratar de anular el decreto que se había concretado con las palabras del Rabí de Shipoli. Tras escucharlo, se levantó Rabí Pinjas y le dijo: Si tengo algún mérito en los cielos te aseguro que este año tendrás un hijo junto con tu esposa. Esto causó un gran revuelo en los cielos pues por lado estaba el decreto del santo Rabí de Shipoli y por otro el juramento de Rabí Pinjas. Tras analizar la situación, comprobaron que Rabí Pinjas nunca en su vida había jurado por nada, por ello se determinó en los cielos que debían honrar su juramento y este hombre ese mismo año tuvo un hijo.
Todo este relato lo refirió Rabí Israel de Ruzin z”l y es citado en la obra Derej Hanesher (folio 51) y del mismo se aprende el gran mérito que supone la caridad realizaba con todo el corazón y entrega desinteresada.