Cuenta el Talmud (Shabbdat 156) sobre Rabí Akiva que los astrólogos le anunciaron que su hija moriría el día de su boda picada por una serpiente. Rabí Akiva se hallaba muy preocupado pdichas afirmaciones.
El día de su boda, cuando la novia regresó a su cuarto, se quitó una pinza de oro que adornaba su tocado y la clavó en la pared, entre unos ladrillos. Justamente, en el lugar en que clavó aquella pinza se escondía una víbora venenosa que acechaba a la joven, con lo que dicha aguja se clavó en el ojo del reptil y lo mató. Al día siguiente, cuando Rabí Akivá visitó a su hija para preguntar como estaba. La joven se levantó para vestirse y tomó la pinza que había colocado en la pared e inmediatamente cayó la víbora muerta por efecto de la pinza. Entonces tanto el padre como la hija se percataron del milagro que había ocurrido. Rabí Akiva le preguntó a su hija si había realizado alguna obra en especial y la joven le contó que durante el banquete nupcial, mientras Rabí Akiva se hallaba ocupado atendiendo a los importantes huéspedes que los visitaron, ella se percató de la presencia de un pobre que no había sido atendido, por lo que ella misma le acercó su plato y se preocupó por ofrecerle al menesteroso alimento. Entonces Rabí Akivá elogió a su hija diciéndole “dichosa eres, haz realizado una obra grandísima y ella te salvó de la muerte”.
Tras aquella situación, enseñó Rabí Akiva que, como afirma el ver. La caridad salva de la muerte, y no sólo de una muerte trágica, sino de la muerte misma, como dice otro ver. Quien persigue la caridad y el favor, hallará justicia y vida.
Y hay que saber que los preceptos que la persona cumple no lo protegen toda la vida, pues el mérito de los mismos se debilita con el tiempo. Y así lo enseñan los tosafot (Baba Batra 9b), quienes afirman que incluso el mérito de la caridad anónima no socorre por siempre a quien la realiza, sino posee un límite determinado en el tiempo.
Y el Ari z”l, escribió que cada precepto que la persona cumple le registra una letra del abecedario –hebreo- en su frente por un tiempo en el que dicha letra refulge y posteriormente se reabsorbe en la frente de la persona. Y la recompensa por el cumplimiento del precepto queda guardada para el mundo venidero. Sólo el precepto de la caridad registra la letra “zade”, primera letra de la palabra caridad en hebreo, en la frente de la persona y permanece allí por una semana entera. Por ello el mérito de la caridad protege al hombre incluso cuando ya terminó de realizarla.