Como hemos visto anteriormente, se desprende del Talmud (Pesajim 5) que se puede entregar caridad con una finalidad mundana, por eje. Para que el mérito de la misma ayude en la curación de un hijo.
Sin embargo, es preciso aclarar al respecto que los preceptos que observamos no tienen por objeto obtener una recompensa en este mundo, ya que, como afirma el Talmud (Kiddushin 39), no es en este mundo que se obtiene recompensa por los preceptos guardados sino el pago se produce en el mundo espiritual, el mundo de las almas.
Y aún cuando la acción de los preceptos le brinda al hombre una incomparable estabilidad emocional, lo perfeccionan espiritualmente y la Torá construye la personalidad del hombre hasta convertirlo en la más selecta criatura del género humano, aún no es esta la finalidad fundamental sino son como los “frutos que se desprenden” del árbol.
Sólo sobre algunos preceptos nuestros maestros nos enseñaron sobre la recompensa que se obtiene al guardarlos, como afirma el Talmud (Pea ): Estas son cosas que al ser observadas por el hombre, comerá el fruto en este mundo y guarda su capital para el mundo venidero, el respeto a los padres, realizar favores, visitar enfermos, recibir huéspedes y el estudio de la Torá por encima de todos.
Así también existen ciertas transgresiones que reciben su castigo en este mundo, como por ej. la idolatría según afirman nuestros sabios.
El Talmud (Baba Batra 10) afirma que el precepto de la caridad, cuando se cumple de manera que el que da no sabe a quien le da y quien recibe no sabe de quien lo recibe, salva a la persona de una muerte trágica. Por ej. las personas que colaboran con las instituciones de ayuda reconocidas, no conocen a los necesitados a los que la institución ayuda ni los pobres lo conocen a él. Este es un elevadísimo nivel de caridad que posee la propiedad de proteger al hombre de una muerte trágica.
Preguntan los Tosafot sobre esta afirmación del Talmud, que si este nivel de caridad es tan alto, debería proteger al hombre de los castigos del infierno, por lo tanto ¿por qué el Talmud no lo afirma así?
Explican los Tosafot que en realidad la caridad también protege al hombre en el mundo espiritual, pero como en general la observancia de los preceptos no redundan en beneficio del hombre en este mundo, sino algún precepto especial como la caridad que posee la propiedad de beneficiar al hombre que lo observa tanto en este mundo como en el venidero.
Por ello afirma el Talmud que la caridad protege de un muerte trágica, pues aún cuando acompaña al hombre en el mundo espiritual, es tan especial que protege de la muerte en este mundo.
Nuestro maestro, Rabí Ovadia Yosef z”l (Anaf etz Abot folio 119) explica el motivo por el cual no existe recompensa por la observancia de los preceptos en este mundo, pues no existe en mundo dicha o satisfacción que pueda recompensar la acción de los preceptos y que se asemeje a la felicidad espiritual del mundo de las almas.
Sin embargo los impíos reciben su recompensa, por la eventual observancia del algún precepto, en este mundo y así pierden todo el pago en el mundo espiritual, como está escrito: Y le paga a sus enemigos para exterminarlos. Y así está escrito: Al brotar los impíos como la hierba, para exterminarlos en la eternidad.
Y preguntó nuestro maestro z”l si en realidad no existe pago posible en este mundo por la observancia de los preceptos ¿cómo es que los impíos gozan de recompensa en este mundo? Y lo explicó por medio de un ej. atribuido al Hafetz Hayim.
Un hombre rico le compró a un necio numerosos documentos falsos por los que pagó con un doc. personal pequeño. Se quejó el necio de que lo engañaba, pues en tanto él le entregaba muchos documentos el otro sólo le daba un doc. pequeño. Le respondió el hombre rico, tonto, tus documentos no los aceptarán en ningún lado mientras el mío aún en el palacio será bien recibido.
Lo mismo ocurre con nuestra cuestión, los preceptos que el hombre observa en este mundo el mismo D-os los refrenda, firma por ellos, como está escrito: Y serán escritos en el libro de los anales delante de El, para los temerosos de D-os quienes meditan en Su nombre. Y un documento que se halla firmado por el Eterno, cuando el hombre llegue al mundo espiritual recibirá inmediatamente su paga, la cual es incomparablemente mayor a lo que puede disfrutar en este mundo.
Pero el necio que observa un precepto, seguramente lo hace con algún interés personal, la honra que le confiere o cualquier otro motivo y sobre este tipo de observancia el Eterno no refrenda Su nombre, es comparable al documento falso. Sin embargo la grandeza divina le otorga una recompensa en este mundo para no desdeñar las acciones de ninguna criatura.