Está escrito en la Torá: Cuando construyas una casa nueva, harás una cornisa a tu techo. Y no pondrás sangre en tu casa cuando caiga aquel que caerá de allí (Debarím 22)
En este versículo se nos encomienda construir una cornisa en el techo de nuestra casa o en el balcón de la misma para evitar que caiga de allí una persona.
Explica en la obra Hinuj (Rabí Aharon Halevi s. XIV) que aún cuando la vida o la muerte de la persona dependen de lo que D-os decreta, como está escrito: “la persona no mueve su dedo aquí abajo si no se lo permiten desde arriba”, aún así la persona debe guardarse de los accidentes que pueden ocurrir.
Pues D-os creó el mundo bajo leyes naturales, así, el fuego quema, el agua apaga el fuego, si una piedra grande cae sobre la cabeza de una persona puede matarla y lo mismo ocurre si la persona cae desde una altura considerable. Y D-os, dotó al hombre con la capacidad para resguardarse o protegerse de los peligros que la misma naturaleza le presenta. El hombre posee la habilidad para manejar la naturaleza y evitar los peligros a los que esta puede eventualmente exponerlo.
O sea, que aún cuando la vida y la muerte están en manos del Eterno, éste creó el mundo de manera tal que lo rigen leyes naturales a las que el hombre está sometido y debe cuidar su propia integridad, pues de lo contrario se verá afectado. Como afirma el Talmud (Quetubot 30) “Todo depende de los cielos a excepción de los resfriados”, es decir que si el hombre no se cuida se ve expuesto a situaciones naturales que pueden afectarlo, aun cuando las enfermedades normalmente se suceden por decreto divino.
Y continúa diciendo el Hinuj: “Y aún cuando existe individuos a los que D-os aprecia especialmente debido a sus excelente cualidades y a su destacada piedad y acercamiento a D-os, como los nuestros grandes patriarcas, y muchos de sus sucesores como Hanaías, Michael y Azariá a quienes D-os sometió la naturaleza, como estos cuatro profetas que voluntariamente se lanzaron al fuego y no se les quemó ni un cabello, o el patriarca Abraham a quien arrojaron a un horno ardiente y aún así no se incineró, sin embargo la mayoría de las personas no se hallan en esta categoría y sus pecados hacen que deban cuidarse de las vicisitudes mundanas y no permitir que la negligencia los ponga en peligro de vida.
Por ello la Torá nos encomienda el cuidado personal y, especialmente, construir cornisas en las alturas de la casa para evitar accidentes fatales.