El versículo dice: “y te daré las tablas de piedra, la Tora y el precepto” (Shemot 25). Explica el Zohar que la “Torá” de este versículo se refiere a la Torá escrita y el “precepto” a la Torá oral, o sea la Mishna, el Talmud.
Y así lo recitamos diariamente en las bendiciones sobre la Torá que pronunciamos en la mañana, “que no dio a nosotros Su Torá”, o sea la Torá escrita, y “la vida eterna implantó dentro nuestro”, se refiere a la Torá oral, o sea el Talmud.
Toda la Torá íntegra la escribió Moshe y les entregó una copia a cada una de las tribus. La interpretación de toda esa Torá escrita, es decir la Torá oral la transmitió Moshe a su alumno Yehoshua, a Aharon y sus hijos y a los ancianos de aquella generación. Estos retransmitieron a los jueces y ancianos que continuaron a Yehoshua, hasta llegar al profeta Samuel, el primero de los profetas, quien retransmitió ese conocimiento que recibió de las generaciones anteriores a sus discípulos profetas y así sucesivamente se retransmitía a todos los profetas hasta la generación de Ezra, el escriba en la que se construyó por segunda la vez la casa Santa en Jerusalén. Estos continuaron con la transmisión hasta llegar a Hilel y Shamay, los famosos sabios de la Mishna y así se continuó retransmitiendo hasta Rabi Yehuda Hanasí, el príncipe, a quien llamamos Rabenu, nuestro maestro, el santo y este compiló y cerró toda la época de la Mishna y sus sabios denominados Tanaím.
Desde la época de Moshe la Torá oral se retransmitió en forma oral, cada ministro de la corte o maestro escribía las enseñanzas que transmitiría en forma oral a sus discípulos. Y así transcurrieron las generaciones hasta que Rabenu Hakadosh, Rabí Yehuda el príncipe, comprobó que por efecto de las persecuciones disminuía la cantidad de alumnos y los conocimientos no se transmitían en forma tan clara e incluso se tergiversaban, por lo que decidió escribir la Torá oral, la cual compendió en la obra denominada Mishná. Y aún cuando esto estaba prohibido, Rabí Yehuda consideró dejar de lado esta halajá para permitir que todo el conocimiento de la Torá se retransmita y no se pierda.
Entre los grandes alumnos de Rabí Yehuda el príncipe que enseñaron todos estos conocimientos estaban Rabí Hiya, Rab, Shmuel, Rabí Yojanan, etc. Y así transcurrieron unos trescientos años hasta que se cerró el Talmud de Jerusalén y otros cien años, en los que Rabina y Rab Ashi compendiaron el Talmud Babilonio.
Toda esta cadena generacional de 1700 años se remonta desde Rab Ashi hasta el mismo Moshe quien fue el que recibió todo el conocimiento en Sinaí por parte de D-os y comenzó a transmitirlo.
Esta transmisión que llegó hasta Rab Ashi desarrolló lo que llamamos Guemará, o sea la parte del Talmud que interpreta y explica la Mishna, que en definitiva es la Tora oral.
A partir de que se cerró el Talmud, comenzó la etapa de los “Seboraím” o sea los grandes sabios que realizaron comentarios y agregados a ciertos párrafos del Talmud y cuya época se extendió por unos ciento cincuenta años. A estos sabios los siguieron los “Gueoním” quienes en sus responsas desarrollaron una extensa literatura de interpretación sobre el Talmud. Entre estos Gueoním contamos a Rabí Saadiá Gaón, Rab Sherirá y otros muchos. Desde aquella época y hasta unos seiscientos años atrás vivieron los primeros grandes casuistas y comentaristas del Talmud como Rash”i, el Ri”f, Ramba”m, etc. posteriormente comenzó la denominada época de los Ajaronim, o sea los últimos casuistas entre quienes se cuenta Maran, Rabí Yosef Caro z”l redactor del Sh. Aruj y los comentaristas del mismo. Esta época se extiende prácticamente hasta nuestros días, pasando por las grandes autoridades de hace una generación o dos, como el HId´a o Rabí Yosef Hayim de Babel, etc. quienes establecieron las costumbres de las distintas congregaciones y según las cuales debemos regirnos pues se trata de sabios que resumieron en su persona las enseñanzas de la Torá oral y determinaron las costumbres y procederes de las comunidades.