Esta escrito en nuestra sagrada Torá: “Y cada hombre de la casa de Israel así como el peregrino que morare entre ustedes que coma sangre, enviaré Mi furia en aquella persona y será exterminada del pueblo” (Levítico 17). Y se halla explícito en varios lugares de la Torá que tanto la sangre de los animales como de las aves está prohibida y sólo se permite la sangre de peces o langostas –saltamontes- permitidos, sin embargo se debe colocar las escamas en la sangre para evitar que quien lo observe se confunda.
A los efectos de eliminar la sangre de la carne es preciso someterla a un proceso de salado que, debido a la característica de la sal de absorber la sangre la extrae de la carne. En la actualidad, en la mayoría de los lugares, tanto en Israel como en fuera de ella la carne se expende ya salada, a excepción de ciertas partes como el hígado, en el cual el salado no es efectivo y por lo tanto debe, en principio procesarse al fuego, o el corazón cuyo proceso es algo más complejo. O en ciertos lugares en los que se vende carne para parrilla expresamente sin salar. Por lo tanto, entendiendo que se trata de leyes que no son actuales en la mayoría de los lugres, citaremos en forma concisa las generalidades de esta legislación.
Así declara el Talmud (Hullin 113) que la carne no expele su sangre sino cuando en principio se la enjuaga y posteriormente se la sala, asimismo se debe volver a enjuagarla tras haberla salado antes de cocinarla.
Se debe eliminar todo rastro de sangre en la carne, tanto antes de la melijá como después de la misma. Previo a la melijá la carne debe sumergirse por aprox. media hora en agua, de no haber sumergido la carne por falta de tiempo o por olvido, si sólo se la enjuagó detenidamente es válido el salado.
Tras haber enjuagado la carne no se la debe cortar pues el lugar del corte vuelve a expeler sangre.
Con respecto al hígado, el mismo se vende sin procesar por lo que veremos en la próxima entrega la forma en que el mismo debe ser procesado.