En la entrega anterior vimos como las personas que indujeron a otros al pecado no se les facilita la Teshuba, sin embargo vimos también que de arrepentirse de mal accionar su Teshuba es aceptada. En este contexto, veremos un relato que hizo nuestro maestro Rabí Ovadia Yosef, Shlit”a, al respecto.
Ocurrió con Rabi Binyamin Diskin z”l gran rabino de la ciudad de Grodno, en Bielorrusia en la que durante determinada época se desarrolló una efervescente y organizada vida judía pues la gran mayoría de los habitantes de la ciudad eran hebreos. Se presentó ante el rabino una respetable mujer, sumamente turbada, abatida y pidió con lágrimas entrevistarse con el rabino.
Comenzó a relatarle al rabino que ella llegaba desde Prusia, en la que vivía junto con su familia y mantenían una forma de vida judía según la halajá. Sin embargo, la acongojaba tener que confesar que su padre era un conocido renegado, autor de la obra “Netivot Olam” –Senderos del Mundo-, que produjo estragos en el mundo judío. Su padre la abandonó siendo aún pequeña y quedó a cargo de su madre, él viajó a Inglaterra donde renegó totalmente de su judaísmo y tradujo una obra denigrante para la religión judía, al hebreo. Debido a la educación comprometida y religiosa que recibió de su madre se mantuvo fiel a la Tora de Israel y llegado el momento se casó con un hombre observante y temeroso de D-os en su ciudad natal.
Durante muchos años trató de borrar el recuerdo de su padre que tanto daño le había causado, sin embargo después de muchos años recibió una misiva de su progenitor cargada tristeza y genuino arrepentimiento en la que le pedía por favor que lo recibiese y lo cobijase en su casa en su ancianidad.
En principio consideró no responder la carta de su padre, sin embargo tras largas conversaciones con su esposo, un hombre delicado y compasivo, decidieron recibir a su padre en su hogar, donde retomó un estilo de vida comprometido con la halajá y el temor a D-os. Sin embargo, sus sentimientos de constricción y remordimiento no le daban tregua ni descanso. Su profunda tristeza debilitó su salud y lo postró en la cama de la cual ya no se levantaría. Pero antes de su fallecimiento llamó a su hija y a su yerno y le hizo el siguiente relato.
Yo nací en Altuna y mi padre era uno de los seguidores de Rabí Ya´acob ben Tzvi z”l –el conocido Ya´abetz- que se opuso drásticamente al gran rabino de Altuna, el piadoso y erudito Rabí Yonatan Ewshitz z”l. El Ya´abetz y sus seguidores se opusieron al Rabí Yonatan pues consideraban que pertenecía a la secta de Shabetai Tzvi, el famoso falso mesías que no hacía mucho tiempo había causado estragos entre las comunidades judías y lo acusaban y perseguían en forma dura y cruel. Su padre, que fue dotado con una gran habilidad para la redacción, se encargaba de redactar las cartas que se escribían contra Rabí Yonatan. Incluso la obra “Akitzat Akrab” que incluía duras críticas e injurias contra Rabí Yonatan, y cuya autoría se atribuía al Ya´abetz, fue escrito por su padre y culminado el día de su brit mila –circuncisión-.
Todos los presentes en la circuncisión vieron en esto una señal de un próspero futuro. Y nos bendijo el Ya´abetz z”l aquel día a mi padre y a mí, el pequeño recién nacido: “Sea voluntad de D—os que este pequeño se eduque en el espíritu de este libro y que como tú, se oponga a la filosofía y las creencias de aquel hombre que se considera gran rabino de Altuna”- Mi padre respondió “amen” con todas sus fuerzas. Y cuando le relataron a Rabí Yonatan esta bendición que había hecho el Ya´abetz z”l, dijo que también él se unía a dicha bendición y respondía amen y deseaba y confiaba que ese fuera el futuro del niño.
Ustedes pueden ver que las bendiciones del Ya´abetz y de Rabí Yonatan z”l se cumplieron cabalmente y por oponerme a la Torá del gran Rabino de Altuna, Rabí Yonatan Ewshbitz z”l me alejé de mis fuentes, me convertí en un renegado y induje a otros al pecado, como lo hiciera el rey Jeroboam ben Nebat en su momento. Y debido al pecado de mi padre que se involucró en una discrepancia entre grandes rabinos yo me convertí en un renegado ¡pobre de mi y pobre de mi alma! Tras esta confesión, llamó a su hija y en un mudo llanto le pidió un último favor. Tras su muerte, debía buscar a uno de los grandes rabinos de la generación, un hombre piadoso y temeroso de D-os y relatarle todo cuanto él le había contado, para que pida misericordia por su alma. Este fue el relato que le hizo la mujer al rabino de Grodno.
Este suceso nos enseña cuanto debemos cuidarnos en no injuriar o afectar la honra de los sabios de Israel, pues ello no será disculpado.